Monte Tejeo (Lamasón)

 El domingo 17 de abril teníamos cita en Quintanilla de Lamasón a las 10:00 de la mañana. Acudimos 27 personas animadas por el buen tiempo.

Aunque habíamos quedado en el pueblo, desde allí nos agrupamos mejor en coches y seguimos una pista durante unos 6 km hasta el punto de salida a pie. Junto al punto de partida visitamos una carbonera que se utiliza todos los años para producir carbón vegetal, de las pocas que se puedan hacer hoy día en Cantabria.

 En esta ocasión el guía era Miguel, que tiene una cabaña en la zona y ha recorrido muchas veces esos parajes.

 En seguida cogimos altura por una pista y nos dimos un respiro junto a un impresionante castaño que nos dio sombra un rato.

 Ya se veían pastizales y cabañas o invernales que se utilizan regularmente, en las que vimos bastante ganado de carne, mezcladas con pequeñas masas boscosas de árboles caducifolios.

 Nos salimos un rato de la pista faldeando por las brañas que se encentran sobre los últimos invernales. En esta ocasión nos acompañó una montañera prematura, que aprovechó para dormir plácidamente la mañana.

 Me llamó la atención el abedular que se aprecia al fondo, todavía sin hojas, debajo de Peña Sagra..

 De nuevo volvimos a la pista y nos reagrupamos junto a otros árboles para refescarnos con agua al amparo de la sombra, pues el sol estaba cascando bien.

 En unos minutos llegamos al collado de Hozalisas y Alto del Gamonal. En este punto dejamos las brañas para iniciar el descenso internándonos en el Monte Cagigo y monte Tejeo. Esta ladera estaba llena de acebos relativamente jóvenes.

 Durante un rato seguimos el canal que recoge aguas de lluvia de estas laderas de Peña Sagra para aprovechamiento hidroeléctrico en la central de La Lastra.

En estos momentos estamos ascendiendo brevemente el monte Tejeo, entre pastizales y brezales.


 Apenas quedaban ya algunos neveros en la cima de Peña Sagra.

 Comimos en la zona más elevada del monte Tejeo, sin apenas espacio para sentarnos, rodeados de arbustos y brezo por todos los lados.

Seguimos una senda de descenso llena de vegetación, con una buena pendiente que forzó nuestras rodillas.

 Pero nos alegramos con algunos ejemplares sin duda centenarios de tejos.

 Y también buenos ejemplares de hayas cuyos brotes primaverales comenzaban a reverdecer.

 Algunas flores estaban pletóricas.

 Quizás, el tejo de mayor tamaño de los que vimos sirvió de fondo para recordar la presencia de la montañera más joven del día.

 Cuando ya estábamos llegando al punto de partida se veían los pastizales de nuevo.

Para cerrar el día Miguel nos invitó a unas cervezas en su finca y aprovechamos para hacer una merienda antes de volver a nuestras casas.

¡Hasta la próxima!

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